Algo se palpa, se siente, se percibe en el panorama actual que no armoniza con un presente óptimo: la traición del amor, que conduce, con la repetición, a ser inconscientes de que se está haciendo daño al otro. Una traición que se expresa en todos los ámbitos sociales debido a la deserción de los valores y al consiguiente deslizamiento en la corrupción.
“Tranquilos: pensaremos por vosotros”. Esta es la consigna que se ha adueñado de todas las mentes, incluidas las de los intelectuales. Ya no hay grandes pensadores ni personas capaces de pensar libremente sin estar influenciadas por la “corriente” del sistema, como máximo se critica al sistema capitalista. “Tranquilos: pensaremos por vosotros”. Es tan fácil, tan cómodo abandonarse en cuerpo y alma a esta consigna... De hecho datos contrastables atestiguan que esto se está haciendo masivamente y con lamentable éxito por parte de todos. Es la consumación de la traición al amor que queda sustituido por el interés inmediato.
Esto tendría un pase si al menos dicha traición naciera del libre albedrío, pero no, existen pruebas que corroboran la existencia de “piratas ocultos”, piratas que encarrilan el pensamiento humano por los oscuros senderos de Melkisedec. Bastaría con ir, cámara en mano, a cualquier oficina publica del Estado para salir de allí convencidos de lo que se está diciendo. Allí dentro reina otra mentalidad, otra onda psíquica que no es la normal: el sexo está presente en cada paso que das con intimidaciones, sugerencias, insinuaciones, distorsiones de la realidad y, en el peor de los casos, con el más arcaico de los terrorismos psicológicos. Claro está, diréis, esto no lo percibimos todos. Cierto, sólo lo percibimos los que no participamos de ello, el resto estáis en vuestra salsa. Es la prioridad de los intereses básicos frente al desarrollo de la justicia humanitaria o, en otros términos, el amor.
Cada uno es libre de pensar como pueda, yo entiendo por amor no sólo el que siente una persona por otra cuando lo traducen en fidelidad, sino el expresado con la empatía, la solidaridad y la responsabilidad hacia el resto de seres humanos. ¿Por qué, pues, se traiciona tan fácilmente este amor al punto de hallarlo sólo “oficializado” en las leyes estatales? Sólo ellas se acuerdan de que no somos una sociedad o un mundo de mandriles, sólo por ellas nos vemos obligados a ejercer, por no tener más remedio, el respeto y la ecuanimidad.
Es verdad que hay una parte de nosotros que tiende a irse derecho por los andurriales, pero sorprende que este algo indómito e irracional se haya apoderado de todo el escenario social. Todo está regido por el inconfesable pago de peajes sexuales, como una autopista que no te deja circular más de cinco minutos seguidos sin hacerte detener otra vez, o que te hace pensar que vas a toda velocidad mientas que no vas a ninguna parte, porque la corrupción no es progreso. La corrupción puede infiltrarse en el progreso, pero no contribuye a él, no al progreso integral de los seres humanos. La corrupción es enemiga del verdadero progreso porque es involución. Es esta aceptación global de métodos corruptos la que induce a pensar en una manipulación de piratas ocultos: nos piratean el sentido común y la libertad para ser mejores, formateando a su gusto nuestra psicología.
Lo dicho hasta ahora podría ser también una lectura de la actual crisis, debida a una mala gestión llevada a sus extremos. Es ingenuo pensar que puedan construir el bienestar común quienes han usado el atajo de la corrupción y que además lo exigen. Nadie recuerda ya que la corrupción es un agujero negro de interés egoístas no altruistas.
La mala educación es la clave de este proceso generalizado y de que la gente sea pasto de “colonizaciones”. No se educa integralmente a los jóvenes ni se les transmite valores. Simplemente se les proporciona información acumulable, animándoles a llegar el primero. Los diferentes son lapidados y excluidos. Habría que empezar con la educación de los educadores.
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