En este mundo rápido y de consumo, hasta lo “espiritual” se ha vuelto una mercancía atractiva y apetitosa. Vivimos consumiendo todo y nos hemos convertido en consumidores espirituales también.
Y no es de extrañarse que el mercado se adelanta a las necesidades del ser humano y logra captarlas y ofrecer justamente lo que necesitan. Una época en que estamos volcándonos hacia lo light, lo fast, lo oriental, lo espiritual, ya podemos ver anuncios en todo lado publicitando comida con posturas de yoga, publicitando felicidad y salud con modelos en meditación, mueblería y decoración zen, consumiendo cosas extrañas a nosotros y a nuestros cuerpos con el cuento de que son “de moda”.
Así tenemos dentro de este gran supermercado espiritual hoy en día toda clase de variedades y opciones para todos los gustos y necesidades. Tenemos yogas como panaderías, yogas de todos los sabores y colores, tenemos reikis como farmacias en cada esquina, spas, limpias, masajes energéticos, regresiones, canalizaciones, sanaciones de toda índole, cursos de autoayuda con resultados rápidísimos, iluminaciones y “maestrías”, en tan sólo 20 días ya podrás gozar de tu título de “maestro”.
La espiritualidad está a tu alcance y puedes accederla de diferentes maneras, diferentes precios, toda una gama de posibilidades, tal como si estuviéramos en un supermercado. Y bueno eso de la “espiritualidad” está de moda, es muy “chic” hacer tal o cual disciplina oriental, está muy “in” saber de la movida esotérica, y así vamos repitiendo patrones pero con otros nombres. Queremos emanciparnos de esta sociedad mecanizada y consumista y caemos en lo mismo pero con el nombre de “espiritualidad”.
Cargados de todo libro de autoayuda que encontramos, repetimos mantras y afirmaciones mecánicamente sin ni siquiera haber podido primero integrar nuestros sentimientos humanos. Memorizamos y repetimos lo que dicen los otros adoptando verdades ajenas, dando nuestro poder a terceros y perdiendo así nuestra autenticidad, nuestro propio desarrollo y nuestra capacidad creativa.
Lamentablemente somos perezosos y nos gusta que nos den las respuestas ya hechas, nos gusta que nos digan lo que somos y lo que sentimos porque no queremos darnos el trabajo de descubrirlo por nosotros mismos. Es fácil acudir a alguien que te diga qué hacer,…que te dé haciendo, pagar una buena suma de dinero y salir con la receta mágica no??.
Pero estas respuestas, estos efectos y esta receta no duran mucho… tienen un efecto Cenicienta. Pasa poco tiempo para volver a sentirnos mal, para volver a sentir dolor, para no encontrar nuestro centro.
¿Cómo es que caemos en esa falta de autovaloración y reconocimiento y llegamos a la adoración de lo externo y ajeno? ¿Y cómo es que no regresamos a nosotros mismos, a buscar ahí donde todo está al alcance y gratis? Porque eso es trabajo, requiere coraje y valentía poder mirarnos adentro y asumir nuestro propio camino con responsabilidad.
Entramos en este mundo espiritual buscando algo diferente, buscando una vida auténtica y nos encontramos consumiendo de un supermercado espiritual con efecto Cenicienta que sólo nos manipula y nos separa de la vida misma.
Tanta espiritualidad ante tantos desafíos actuales de la vida hace que nos separemos de la vida, del cuerpo y de nuestra misión real. Descuidamos y desatendemos nuestra vida humana viviendo en un mundo separado.
Nos quedamos anclados en la estratosfera, en pleno trance sin poder pisar tierra firme y accionar la manifestación de nuestro Ser. Triste espiritualidad que no se hace carne, que se convierte en un escape y en una huida de lo que somos y sentimos.
Gracias a Dios no se puede generalizar, hay quienes ofrecen a través de su experiencia propia, ayuda real. La ayuda real no es la rápida, no está envuelta en repeticiones de lo que dicen los maestros, no está pintada de sobrenatural, no te da recetas mágicas, no juzga sino que respeta y te valora por lo que eres: una chispa única y divina en proceso de evolución.
La ayuda real es la de alguien que te enseña a caminar sin depender de él, que te escucha y respeta tu propio ritmo de crecimiento.
Busquemos un acompañamiento amoroso que no juzgue ni sea causa común, que pueda enseñarnos una herramienta liberadora y no adictiva que resuene con nuestra búsqueda y nuestro camino. Usemos el discernimiento y la intuición cuando estemos en el punto de decidir por nuestro crecimiento personal.
No nos dejemos llevar por el consumismo y esa necesidad imperiosa de pertenecer. Seamos auténticos con nosotros mismos y dejémonos guiar por nuestro maestro interno a través de esta búsqueda.
Hagamos carne lo que aprendemos y escuchamos, dejémonos de ser máquinas repetidoras de todo cuanto oímos. Entremos a lo nuevo, dejemos lo viejo atrás, filtremos todo cuanto entra en nosotros.
Quedémonos con lo que resuena en nuestro corazón, rescatemos lo propio y desechemos lo que no es para nosotros. Empecemos a crear una vida diferente, herramientas propias, métodos de ayuda propios que vibren con nuestra Alma.
¡Vivamos una espiritualidad viva, una espiritualidad en acción!
Susana Guerini
No hay comentarios:
Publicar un comentario