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lunes, 21 de octubre de 2013

DIARIO DE UN HACEDOR DE ALAS

El puente interno: Cuento



Salió dispuesta a estar atenta a todas las señales que se le presentaran en su camino. El ángel del sueño había sido muy explícito: “recibirás las respuestas que buscas. Sólo has de fluir y ser canal, como los árboles…”
Paseó por las calles bulliciosas en un estado de constante atención, plenamente consciente, apartando la tendencia de su mente a desplazarse al pasado o a proyectarse al futuro, acortando el tiempo al ego para centrarse, exclusivamente, en el presente.
Se dirigió a un magnífico parque de altos y frondosos árboles que se sitúa al oeste de la ciudad. Una vez en él, se sentó bajo un imponente abeto que apuntaba al cielo. Respiró profundamente y observó cuanto palpitaba a su alrededor. El sonido de los pájaros, los colores cambiantes de los árboles, el crujir de la hojarasca bajo los pies de los paseantes, los motores amortiguados de los coches, el ladrillo de un perro en la distancia, la calidez de los rayos del sol…

En ese momento, comenzó a sentirse ligera, muy ligera y a elevarse como si saliese de su cuerpo. Lo curioso era que podía verse sentada en el banco bajo el árbol, tal cual estuviese entre las ramas del mismo. Se sintió fundida con la vida.  Podía latir al ritmo acompasado de la savia del abeto.


No entró a juzgar ese estado, ni a racionalizarlo, ni a cuestionarlo, simplemente se dejó llevar. Se identificaba con toda la vida que la rodeaba.
Fue cuando escuchó una voz silenciosa que la envolvía.
-¡Bienvenida! Has cruzado el puente.
Resultándole muy familiar, como si viniera de ella misma, respondió:
-¿A qué puente te refieres?
-Al puente interior. Es sutil y próximo, muy cercano a las almas humanas, pero a eones de distancia de los pensamientos habituales.
-¿Qué pensamientos son ésos?
-Pensamientos cargados de energía mental. La que mueve al mundo que crees habitar, la que alimenta la separación y la distancia, la que enciende el motor del mundo físico de la materia y lo somete a frecuencias de baja vibración. Pero encontraste la puerta…
-No he visto ninguna puerta…
-Diste con el resorte de la energía espiritual. La que conecta al ser humano con su verdadero ser, con su esencia divina. La que le permite trascender al ego y elevarse más allá de lo tangible, la que desintegra las ilusiones de separación y conduce a la unidad de todo lo creado.
-¿Y ahora qué? Me siento muy bien en este estado, pero mi cuerpo me llama…
-Habrás de volver a él, pero en la memoria de tus células se habrá activado este resorte  y ya nada podrá volver a ser como antes. Verás y sentirás todo desde... otra conciencia y darás testimonio de este lugar. Abriste la puerta a tus hermanos, traspasaste el umbral y marcaste el camino. Otros seguirán la senda que se activó y sus mundos cambiarán.
-¿Podré volver cuando desee?
-Siempre que quieras. Se ha rescatado el conocimiento secuestrado tanto tiempo a la humanidad. Es momento de despertar, de sacudir obstáculos…
En ese instante, un niño pequeño se acercó al banco para decirle, lloriqueando, que se había perdido.
Volvió a conectar con su cuerpo y experimentó una suave sacudida por todo él.
Supo, entonces, que todo cobraba nuevo sentido. Esa aventura interior que había vivido le marcaba un nuevo rumbo y un nuevo propósito: acortar distancias con ese puente y hacerlo visible entre sus semejantes. ¿Cómo?...no lo sabía, pero no le importaba… no era asunto suyo cuestionarlo. Tenía la certeza de que recibiría todos los recursos y las oportunidades necesarias.
Y, en profunda paz y serenidad interior, tomó al pequeño de la mano y se dispuso a devolverlo a sus padres.

Mª Antonia Fernández


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