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domingo, 7 de agosto de 2011

Silencio interior, el silencio que sana

Desde hace mucho tiempo, los profesionales de la Medicina han reconocido que el silencio desempeña una importante función en la sanación. El reposo en cama, por citar sólo un ejemplo, es la receta normal para tratar cualquier enfermedad, desde un resfriado común hasta un infarto de miocardio. Cuanto más enferma esté una persona, más insistirá el médico en que ésta permanezca en silencio y en que descanse.
Pero, a pesar de esta apreciación ya antigua del valor del silencio, hasta hace muy poco tiempo investigadores y terapeutas, médicos y psicólogos, prestaban escasa atención a los estados de silencio interior. En mi opinión, la cualidad atemporal del silencio es tan importante que podríamos considerarla como uno de los denominadores comunes de la sanación conseguida.
Son muchas las razones por las que en nuestra cultura occidental se ha dejado a un lado el silencio. Quizás la mayor de estas razones sea nuestra creencia de que una persona que triunfa es un individuo dinámico, que trabaja mucho, disfruta plenamente de la vida y puede soportar la presión y la tensión de una existencia acelerada. Para mucha gente, la tranquilidad interior sugiere una falta de impulso, una personalidad aburrida, y una incapacidad para competir. La pasión, el gozo y el resto de emociones que hacen vibrar la vida son vistas como antitéticas del silencio interior.
Este prejuicio en contra del silencio interior es un grave error. Para apreciar que el silencio interior puede fortalecer la sanación total y el bienestar, debemos atender al concepto de estrés. Aunque a menudo este término suele usarse bastante a la ligera, posee un significado científico concreto. Un profesional médico lo ha definido como “la respuesta no específica del cuerpo ante cualquier demanda”. Entre los cambios corporales que acompañan al estrés se incluyen la tensión muscular, el aumento del ritmo cardíaco, la respiración acelerada, el sudor y la ansiedad.
El silencio provoca profundos efectos sobre el cuerpo y la mente. Uno experimenta un estado de descanso profundo, marcado por la disminución de las pulsaciones, del consumo de oxígeno, la transpiración, la tensión muscular, la presión sanguínea y los niveles de las hormonas del estrés. Logra también un estado de mayor claridad mental y de tranquilidad emocional. Mientras que el estrés absorbe la vitalidad, el silencio la restablece, Mientras que el estrés disminuye la resistencia a la enfermedad, el silencio la potencia.
Los cambios fisiológicos que neutralizan los efectos del estrés afectan también a la salud emocional. El silencio interior reduce la ansiedad, la tensión, la irritabilidad, la fatiga crónica y la depresión. Los sentimientos positivos que acompañan a tal reducción favorecen notablemente el desarrollo de la personalidad. Aumenta la propia estimación, crece la sociabilidad, y las dudas y las inseguridades se desvanecen.
El silencio interior es decisivo para la salud. Los períodos de soledad son esenciales para que una persona altamente creativa y que ha alcanzado sus objetivos goce de continua vitalidad. Los estudios muestran que, casi invariablemente, tales personas sacan tiempo de su apretadísima agenda para dedicarlo a la soledad silenciosa. En este silencio interior  y profundo, la psique puede sanarse a sí misma silenciosamente y de forma natural, sin tener que verbalizar o examinar traumas emocionales sepultados hace mucho.
Desde hace bastante tiempo, en numerosas culturas se ha reconocido que el cultivo del silencio es la piedra angular del crecimiento espiritual. Al fin y al cabo, la meditación se ha ido transmitiendo desde hace miles de años, primordialmente no como una forma de mejorar la salud, sino como un instrumento para elevar el desarrollo espiritual y la consciencia. Una vez sumergido profundamente en la meditación, el silencio interior puede ser tan grande, que uno puede acceder a un estado de consciencia más amplio, reconociendo el  ‘yo’  más hondo como distinto del cuerpo, la mente y los sentimientos. Esta experiencia es plenamente gratificante y produce efectos positivos y duraderos.
Existen muchos factores importantes en el proceso de la sanación. Sin embargo, no puedo pensar en ningún aspecto más importante que la cualidad del silencio interior. A medida que vaya siendo más numeroso el conjunto de terapeutas de todo tipo capaces de percibir este poderoso estado, irán dándose valiosos pasos en la ciencia de la sanación.















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