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martes, 27 de enero de 2015

DIARIO DE UN HACEDOR DE ALAS

LOS RIESGOS DEL "BAYPASS" ESPIRITUAL


¿Alguna vez has recurrido a la espiritualidad para evitar enfrentar un aspecto doloroso de tu vida?

¿Permitiste abusos en nombre de la compasión?

¿Te escudaste en tus aspiraciones más elevadas para evitar sentir enfado por considerarlo algo “poco espiritual”?

Si la respuesta a alguna de estas preguntas es sí, no estás solo.

Muchas personas que transitan el camino espiritual caen en algún momento, sin darse cuenta, en esta distorsión que el psicólogo John Welwood bautizó “bypass espiritual”.

De hecho, es tan común en la cultura occidental, que muy pocos perciben su existencia y los peligros que trae aparejados.

Robert Masters dice en su libro: "Cuando la espiritualidad nos desconecta de lo que verdaderamente importa, que es nuestra capacidad de hacer frente a nuestra sombra personal y colectiva, y nos lleva a la falsa espiritualidad como refugio o solución fácil a múltiples problemas, nos termina confundiendo y no se resuelve nada".

En estos casos, las prácticas o creencias no ayudan a elevarnos, sólo hacen que evitemos el auto-examen y la auto-observación, callan la voz interior que nos dice que algo no está bien y nos invita a esconder la basura bajo la alfombra, a ocultar conflictos que piden a gritos ver la luz del día.

Así lo describe quien acuñó el término "Baypass espiritual": “Cuando caemos en el ‘bypass spiritual’, usamos la iluminación para intentar elevarnos por encima de los conflictos personales y de la humanidad, antes de haberlos enfrentado verdaderamente y haber hecho las paces con ellos.

Nos escondemos detrás de lo que llamamos la verdad absoluta para no descalificarnos, no aceptar nuestras necesidades, nuestros problemas o nuestra pereza personal. Este es un falso camino espiritual, dado que la espiritualidad conlleva la visión de ir más allá de nuestra situación como individuos".

¿De qué forma se manifiesta esta tendencia en las personas?

En una actitud de desapego excesivo, de represión de ciertas emociones, de la tendencia a “anestesiar” la tristeza o el enfado o a través de una compasión ciega, ignorando o denostando la propia sombra, los aspectos "mal vistos" de uno mismo.

En casos más extremos, puede presentarse, como delirios de iluminación.

También se denomina a esta tendencia “inflación espiritual” en referencia a la noción de que todo puede trascenderse a costa de sacrificio y lucha. Pero ya lo decía C.G. Jung: “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz, sino haciendo consciente la oscuridad”.

“Si se intenta practicar el desapego renegando de la propia necesidad de recibir, lo único que se logra es desterrar esa necesidad al inconsciente, donde posiblemente a futuro, actúe y se manifieste de manera potencialmente peligrosa”.

La enseñanza es que los pensamientos y las emociones no tienen existencia verdadera, existen si nosotros los creamos.

"Debes reconocerlos como formas vacías y atravesarlos sin más".

Esto puede ser útil en el ámbito de la práctica, pero en situaciones de la vida, esas mismas palabras pueden ser usadas para reprimir o negar emociones que requieren nuestra atención. Lo he visto en numerosas ocasiones.

“Temo que lo que muchas personas están practicando no es desapego, sino la evitación del apego.

Esto no es lo mismo que liberarse del apego: es otra forma de apego, se apegan a la negación de sus necesidades humanas, por desconfianza en el amor”.

Este fenómeno se asocia en parte, con la explosión del interés en la espiritualidad que acontece en los años 60 y con la deformación de algunas prácticas y creencias en lo que ha dado en llamarse “espiritualidad de consumo rápido”.

La oración también puede ser usada como una manera de evitar contactar con las heridas.

Lo cierto es que no hay nada instantáneo en el proceso de crecimiento espiritual. Quienes conquistan la madurez en este terreno, lo hacen a fuerza de años de trabajo interior y transparencia, sabiéndose vulnerables en cada paso del camino.

En ellos, la fruta cae del árbol por su propio peso, cuando está madura, en lugar de ser arrancada prematuramente de la rama.

Hay en estos seres una cualidad de integridad y de fortaleza.

No están, ni pretenden estar más allá de todo.
Por esto mismo, son capaces de abrazar la complejidad de todo lo que existe con infinito amor y mostrar el camino hacia una transcendencia real, sin trampas ni atajos, sin ilusiones de santidad, con simple vocación humana.

Mario Liani.

Fuente: semillassolares.blogspot.com.es

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