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lunes, 18 de noviembre de 2013

DIARIO DE UN HACEDOR DE ALAS

Dormir bien

Dormir es morir.
Si dormir es morir, es muy importante dormir bien para que estemos ‘bien muertos’, pues al estar bien muertos mientras dormidos, accederemos a los planos espirituales donde nos encontramos con los guías espirituales y también con nuestros seres queridos. Ahí en esos planos espirituales realizamos (prácticamente a diario) una visita ‘real’ a nuestro verdadero hogar. Y es que nuestro verdadero hogar no está lejos, está cera, muy cerca; ese hogar es ‘un lugar’ completamente familiar y amoroso que tenemos siempre ‘a mano’.
Es verdad que para la mayoría de las personas estos contactos que tienen lugar durante el sueño de la noche no se recuerdan, pero que no se recuerden no quiere decir que no existan.
Dormir no es lo que parece.
Morir no es lo que pensamos.
Las ‘informaciones’ que recibimos durante el sueño son informaciones que nos llegan en cierta medida “codificadas”; estas informaciones codificadas las vamos luego ‘decodificando’ poco a poco (cuando lentamente caemos en la cuenta de cosas), o podemos decodificarlas de golpe (aquella premonición que tuvimos en un sueño y que la vemos ‘cumplida’ delante de nuestros ojos en tan sólo un segundo, por ejemplo en una situación azarosa, en un accidente, en un encuentro fortuito…)
Por todo eso es muy importante dormir bien. Es importante porque si no dormimos bien es mucho más difícil el ‘contacto’ con ese mundo espiritual que tiene lugar durante la noche. Una buena noche nos predispone para un buen día. Una mala noche nos condiciona todo lo que luego vamos a hacer durante la jornada. La noche debería ser un tiempo para recobrar aliento y no para perder energía. Cuanto más desarrollo espiritual tiene una persona, más valora el espacio de la noche. La noche y su misterio, que no es otra cosa que todo eso sagrado que resuena dentro de nosotros y que durante el sueño lo escuchamos amplificado.
Para dormir bien recomiendo algo que suele funcionar: caminar antes de irnos a la cama. Con quince o veinte minutos es suficiente. Sé que muchos estaréis pensando lo difícil que es hacerlo, pero os recomiendo intentarlo tan sólo durante unos días, veréis el efecto que tiene. Recomiendo que se haga a paso lento e intentando tener muy pocos pensamientos en la cabeza ( o ninguno). Después de hacer esto, y antes de meteros en la cama, no miréis ninguna pantalla electrónica (ordenador, televisión o teléfono móvil) pues la ‘impresión’ de la pantalla nos la llevamos a la cama. La última media hora antes de acostarnos, nada de aparatos.
"Un amigo con el que paseé en el pasado durante bastantes noches decía que en los paseos que damos antes de irnos a la cama hay que dejar que el Cielo caiga sobre nosotros. Pues eso, dejemos que el cielo caiga. Que el Cielo venga."

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