DANIEL MEUROIS. LAS PALABRAS DICHAS.
¿Has notado lo difícil que es decir las cosas?
Me refiero a decir la verdad, tal y como ha sucedido, como sucede en el momento y cómo lo vivimos en nuestro corazón.
No me refiero a La Verdad, porque La Verdad es, en mi opinión, un concepto cósmico que trasciende a los humanos. Es la verdad en la vida cotidiana, a menudo atrapada por las palabras, tanto por lo que transmitimos como por lo que recibimos.
Cada uno de nosotros tiene su propio mundo interior con su léxico personal que no es necesariamente el del otro, porque la verdad de cada día es díficil de entender y aceptar, y preferimos ignorarla.
Por momentos, nos parece un punto clave a tener en cuenta pero que nos hace sentir incómodos o, incluso nos hace daño, así que, nos negamos a oirlo, a leerlo o nos planteamos qué es justo decir o escribir.
Las palabras son nuestros pensamientos que surgen espontáneamente de la dualidad de esta encarnación.
Decir que una persona es bella no es afirmar implícitamente que otra no lo es.
Una opinión no es necesariamente una sentencia, sin duda, pero es parte del motor con el que ponemos en marcha esta vida, es la dualidad, el bueno-el malo, lo justo-lo injusto, lo bello-lo feo, parece que no hay forma de salir...
¿Entonces? ¿No decimos nada que no pueda ser bien recibido? ¿No escuchamos nada por miedo a malinterpretarlo, no hacemos nada por miedo a hacer daño?
Eso se llamaría cobardía.
Algunos tienen el talento innato para encontrar las palabras, la magnanimidad y ecuanimidad en sus palabras y saben cómo tomar altitud.
La solución está en tener la maestría en las palabras, en cada momento. Es la gracia de unos pocos y raros Maestros de Sabiduría, más raros de lo que creemos.
Esta maestría no solo es capaz de decir las palabras correctas en el momento adecuado. Es también la calidad que se revela en cada palabra.
La palabra adecuada aparece cuando la vibración del corazón la envuelve y opera la transmutación, sea visible o no. No es el significado de las palabras en sí mismas sino, la energía que transportan.
Recuerdo a un Maestro que nos mostró el poder de las palabras, hace unos dos mil años...
A veces su presencia le empujaba a decir cosas que no eran agradables de escuchar. No eran cosas que estaban en el campo de La Verdad Infinita, por que Él mismo se negó a definirla en conceptos, sino a las cosas que pertenecen a la verdad cotidiana.
Denunció la hipocresía, denunció la mentira, el robo, no por que se agenció el derecho de juzgar, sino por que sabía cómo hacerlo sin pasión ni malicia.
Podemos decir que, escuchar a este Maestro, a veces duele. Era perfectamente consciente de ello y Él aprovechó la oportunidad para recordarnos que, aveces, puede aparecer el dolor, pero nunca ha querido hacer daño. Lo único que reveló, eran las heridas ya existentes, las que nos hemos autoinfligido.
Las heridas del egoismo, del engaño, las del poder.
Tal vez es por eso que, algunos optan por pronunciar escasas palabras o incluso, por el silencio.
Tal vez lo vean como una solución para no dar lugar alguno a la dualidad, no sé... ciertamente no es la solución pero, cada uno juega un papel a su manera.
Afortunadamente para nuestra humanidad, no todos los sabios hacen voto de silencio porque sino, nuestro mundo se hundiría aún más en la ceguera y la comodidad del silencio.
Sigue siendo esencial no perder de vista que esto es en realidad un juego y entendemos que es nuestra responsabilidad mejorar las reglas.
Todo es una cuestión de coraje.
Traducción: Semillas Solares.
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