LA PRISIÓN
“Ser o no ser: he aquí el problema. Cuál es más digna acción del ánimo, ¿sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. No más. Y con un sueño las aflicciones se acaban y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. He aquí el gran obstáculo; porque el considerar qué sueños pueden desarrollarse en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, se siente un motivo harto poderoso para detenerse. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga, haciéndonos amar la vida. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe el pacífico, el mérito con que se ven agraciados los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios, cuando el que todo esto sufre pudiera evitárselo y procurarse la quietud con sólo un puñal? ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese porque el temor de que existe alguna cosa más allá de la muerte (país desconocido, de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en deudas y nos hace sufrir los males que nos cercan, antes de ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia. Las empresas de mayor importancia, por esta sola consideración, mudan camino, no se ejecutan, y se reducen a designios vanos. Pero... ¿qué veo? ¡La hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.” W.Shakespeare. Hamlet, 3º Acto, escena IV
Recomiendo la lectura del artículo de los siete hombres antes de seguir adelante con la lectura de éste, pues es indispensable para su comprensión el recuerdo y entendimiento de su contenido. En ese momento dije:
“El ser humano, como colectivo está formado por una serie de individualidades, catalogadas por clases de hombres. Entiéndase “hombres” en la generalidad de especie y no en la particularidad de género, para no empezar como siempre, con los feminismos y machismos de géneros. Estas clases de hombres se dividen según qué centros de control utilicen y qué cuerpos estén activos. Sobre los centros no hay problema porque los conocen, pero de cuerpos nunca hablamos, así que muy resumidamente diré que el hombre está formado por nueve (9) cuerpos o merkabas que se encuentran en estratos, como capas dimensionales, de los cuales se conocen siete (7) y los dos restantes, el 8 y el 9, son cuerpos que corresponden a los avatares cuyo espacio raíz, el espacio matricial en que se conectan a esta realidad, no es 3D… ”
De esos siete cuerpos del hombre tridimensional descritos en el artículo, tomaremos el primero, el cuerpo físico, y veremos a fondo su composición energética y las capas que lo componen. El cuerpo físico está gobernado por 48 Leyes o procesos energéticos que cubren todo su espectro y capas dimensionales. Su alimento básico es el Hidrógeno 48 (H48), cuyo octanaje es el estándar de la materia física conocida. Esta materia está formada por una matriz 4x4 en “capas o estratos” superpuestos, como la cáscara de una cebolla, aunque no sea el mejor ejemplo. Estas capas aunque separadas entre sí, están unidas por una membrana energética conocida como el “sustrato e” del que ya hablamos en su momento, y que aparte es el contenedor de los mismos sustratos.
“El EM mental está compuesto en nuestra realidad, por una matriz 3x5 de 15 realidades de cinco dimensiones cada una, que se desplazan por un entramado tetradimensional y el etérico por una matriz 3x6 de 18 realidades de seis dimensiones, que se desplazan por un entramado pentadimensional (no se tome como dato real y exacto, es sólo figurativo para el ejemplo). Ambos EM se encuentran en un sustrato de energías llamado sustrato “e”. Podríamos definir al sustrato “e”, como el “espacio madre aún sin definir por una matriz”, espacio en estado virgen compuesto por lo que la ciencia llama Boson de Higgs, que no es otra cosa que la célula madre de la materia, prana, akasha, éter, el espíritu del Do, energía cuyo vaet es cero negativo (0-), a la que yo llamo Merkaba Primordial MP, por sus propiedades o características “físicas” de transformación en espacios matriciales y como vehículo de desplazamiento interdimensional. Si la suma de los vaet (0-) de los MP es par, el resultado del producto es la materia, si la suma de los vaet (0-) es impar, el resultado del producto es la energía. O sea, (0-)•(0-)=(0+) materia, (0-)•(0-)=(0+)•(0-)=(0-) energía, de ahí la importancia de la sangre aria cero negativo (0-) que buscaba el Tercer Reich, porque representaba la energía o Vril del Do, el Merkaba Primordial capaz de transformarse en cualquier forma de materia o energía y de desplazarse entre espacios matriciales (realidades)…” Voces del silencio.
Este cuerpo físico lo forman tres capas y varias subcapas. La primer capa y de “densidad” más alta es la capa física, le sigue la capa mental y la capa astral. En la generalidad el orden es diferente, pero no entraremos ahora en estas cuestiones. La capa mental está formada por cuatro subcapas, la inconsciente, la subconsciente, la consciente y la supraconsciente. Cada una de estas subcapas tiene una función específica que regula el correcto funcionamiento de la capa principal o primaria. La capa astral está formada también por una serie de subcapas, que son: la inferior, la media, y la superior. Cada subcapa cumple una función para el correcto funcionamiento de la capa principal. De esta capa astral nos ocuparemos hoy, por su importancia en el proceso de mantener la prisión del espíritu en la materia física, y para aclarar la cantidad de malentendidos que ocasiona su incorrecto conocimiento.
La capa astral funciona con H48 pero de densidad más baja que la física. Su densidad es la correspondiente a la razón entre la masa y el volumen que ocupa. En el caso de la capa astral, su masa no es medible y su volumen tampoco, entonces su densidad es directamente proporcional a la expansión de consciencia de la esfera del sujeto. ¿Qué quiero decir con esto? Que la capa astral tiene la densidad que tiene quien la forme, o sea, que será individual en la particularidad y general en la probabilidad. En la subcapa inferior se mueven las emociones del sujeto, creando egregores si son colectivas, o fantasías si son individuales, es la subcapa de las “enfermedades mentales”. En la subcapa media es donde se contienen las energías proyectadas que no tienen manifestación física, los sueños ocasionados por la fascinación, es la subcapa de los deseos, y la subcapa superior es un “contenedor” de energías proyectivas viables, es la capa de las “necesidades cubiertas”, y es por donde se proyecta la dodecava procedente del mental que se logra realizar en lo físico, es la subcapa consciente del astral que limita con los “mundos superiores del espíritu” donde se llevan a cabo los entrenamientos más exigentes y las batallas más cruentas. Aquí podríamos hacer una relación entre las subcapas mentales y las subcapas astrales, y de esta manera dejar abierto el tema para próximos artículos, donde seguiremos desarrollando este concepto. Las relaciones entre subcapas son las siguientes:
Subcapa mental inconsciente => subcapa astral inferior
Subcapa mental subconsciente => subcapa astral media
Subcapa mental consciente => subcapa astral superior
Subcapa mental supraconsciente => mundos superiores
Los hombres número 1, 2 y 3, que forman el círculo de "La torre de Babel", son los más propensos a la recurrencia al quedar atrapada su esfera de consciencia luego de la desconexión, en la capa astral que actúa como prisión del alma, que como cuerpo de enlace con la materia, queda esperando retornar y proyectarse nuevamente en este espacio matricial 4x4. Recordemos los tres primeros hombres para comprender esta idea.
El hombre número 1: Es el hombre meramente instintivo, mecanicista; en él predominan los centros del instinto y el mecánico, o motor. Viven según la causalidad.
El hombre número 2: Es el individuo emocional, un individuo que se mueve en el mundo de las emociones inferiores, de las pasiones, de los deseos animales, de las endo y exo energías. Vive según la emotividad.
El hombre número 3: Es el hombre meramente intelectual, el hombre que está razonando todo el día, toda su vida; que fundamenta todas sus actividades, exclusivamente en el centro intelectual. Vive según la razonabilidad.
Como verán cada hombre tiene energías que corresponden a alguna de las subcapas astrales inferiores y medias, estas energías alimentan dicha capa, formando un centro de gravedad que atraerá la esfera de consciencia del sujeto, atrapándola en una prisión construida por sus mismos arquetipos, grabados en las runas de los patrones básicos del sujeto. Podemos entonces afirmar que nosotros construimos nuestra propia prisión y somos los carceleros de nuestra propia condena. Cuando el hombre se reconoce como Hombre y se convierte mediante la formación del arquetipo espiritual en hombre nº4, esta cárcel se rompe, pues se mueve pura y exclusivamente por la subcapa superior y rozando los mundos superiores del espíritu.
El hombre número 4: es el hombre que ha equilibrado los centros de su máquina orgánica, es el hombre que ya ha creado un Centro de Gravedad Consciente o CGC. El hombre cuatro es ecuánime, responsable con el mismo y los demás, es coherente en pensamiento, palabra y obra, es justo en sus acciones y su péndulo se ha detenido en el punto medio de su centro de gravedad, porque cristalizó su espíritu y por él se expresa.
En el conocimiento hiperbóreo se conoce a este “camino de liberación de la recurrencia” como el "laberinto Tirodinguiburr", una analogía hiperbórea del laberinto de Creta, donde la liberación está supeditada a una serie de pasos a seguir, para salir de la prisión de la ilusión, pero antes tiene que “matar” al minotauro que custodia el laberinto para poder salir definitivamente, y no entrar en la recurrencia o volver a entrar en otro laberinto. Queda definir al minotauro como representación arquetípica y carcelero del laberinto y la prisión del Ser, pero eso será otra historia en otro tiempo y espacio, cuando logren por lo menos, descubrir su propia prisión.
Fuente: http://detrasdeloaparente.blogspot.com.es/
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